Desde épocas remotas los italianos, alemanes, franceses e ingleses han experimentado en la invención del reloj de pulso y están entre los primeros en producirlos y venderlos. Sin embargo, los suizos se incluyen en este grupo, pero de forma sobresaliente por cuanto perfeccionaron el arte de su fabricación, así como la calidad de sus relojes, ostentando con creces el reconocimiento que los caracteriza en ser productores de los mejores del mundo.
No es extraño entonces que tantas compañías incluyan en sus productos el famoso «Swiss Made», revistiéndolos de distinción. A fines de 1971, en Suiza se creó la regla del 50% que consiste en que se considera legalmente como relojes suizos si ese porcentaje del costo de fabricación se ha producido por esos lares. Eso significa, que un reloj ensamblado en China, podría llevar la reconocida etiqueta mientras el mecanismo se componga del 50% de piezas suizas y el último engranaje se haya colocado en ese país.
Por lo general las personas cuando van a comprar un reloj se fijan en si les gusta y el costo sin pensar en las razones que motivan a hacerlo tan caro. Detrás de estos productos finos y costosos, hay un sin número de detalles que le dan la razón a su precio. Entre ellos, su fabricación es artesanal, un relojero dedica miles de horas en el tallaje de una sola pieza y puede invertir hasta un año o más en la culminación de un nuevo reloj, el que a continuación es sometido a una serie de pruebas. Esto hace que los relojes suizos sean casi como una obra de arte elevándolo a la categoría de lujo.
Aunque la antigüedad y reconocimiento, así como el tiempo que se lleva el fabricante marcan la diferencia en el precio, hay otros aspectos a tomar en cuenta, por ejemplo que el reloj tenga calendario, brújula, cronógrafo, entre otros.
Si bien muchos adquieren un reloj para informarse de la hora, otros querrán llevar en su muñeca una pieza original y especial.